Diversidad, poder y desafíos de autenticidad
No cabe duda que en los últimos años las mujeres hemos ido ganando espacios dentro de las distintas esferas de la sociedad. Prueba de ello son las 14 mujeres que componen el Gabinete del recién electo Presidente de Chile, mayoría que constituye un hecho inédito en el país. Esto además sucede a tiempo que por primera vez una mujer está a la cabeza del Banco Central y dentro de poco, otra mujer asumirá la Dirección de Presupuestos de la nación, una de las cuatro que han pasado por ese cargo en 94 años de historia. La fuerte presencia de mujeres en el gabinete obedece a la promesa de campaña del presidente electo de construir un “gobierno feminista” y para comprender lo que esta consigna reviste debemos tener conciencia de sus alcances.
Pese a lo optimista que podamos ser, los problemas estructurales de género no se resuelven tras una conquista por los empates. Las esferas de poder han sido estructuralmente diseñadas por un sistema predominantemente masculino, es decir, en un sentido literal, los hombres han gobernado el mundo y en un sentido figurado (y no tanto) han gobernado nuestro mundo. Esto sí tenía sentido en una época donde la fuerza era el atributo más importante para la sobrevivencia, pero no hoy. Y pese a lo duro pueda sonar, nuestra sociedad nos ha “enseñado” a todos y todas que los hombres son más importantes que las mujeres y que también, las mujeres podemos tener ambiciones, pero no tantas para no tener problemas.
Los problemas de género, entre muchos otros, son tales porque prescriben lo que debemos ser en lugar de lo que realmente somos. Sabemos que nuestras flamantes 14 ministras, a pesar de sus logros, han experimentado desde siempre el mundo de manera diferente a sus compañeros, donde la cultura no les ha hecho ningún favor. Ellas tendrán el desafío que va más allá del cumplimiento de sus tareas en sus respectivos cargos; lo que deberán sortear día a día son todos aquellos códigos que no obedecen a su óptica, ni a su naturaleza, ni a sus necesidades, ni a su lógica y que influyen en la manera en la cual nos relacionamos en sociedad, y específicamente en su caso, en cuanto a la relación con el poder.
Si bien, muchas de nosotras podemos haber sido hábiles para aprovechar ciertas holguras en nuestros entornos respectivos, esto no necesariamente es poder en lo absoluto porque siempre se requiere un poco de traición a sí misma. Y esto sucede en todas las esferas públicas. Cuando se trata de la apariencia por ejemplo, se parte de lo masculino como lo estándar. Un hombre en la política o en el ámbito de los negocios no se preocupa de su aspecto masculino, pero una mujer de negocios si trata de no parecer demasiado femenina para ser tomada en serio. Y si piensan que esto ha estado cambiando lo suficiente, es cosa de mirar la apariencia de las líderes actuales en el mundo. Incluso, hasta la tonalidad de la voz es un elemento que es indicativo de un rango social más alto, más seriedad o más poder de dominación cuanto más grave parece. Dicho de otra manera, nuestra sociedad está plagada -y quiero usar esta palabra de manera intencionada – de estereotipos de género que han determinado nuestra manera de proceder y el problema de ellos no es que sean falsos, sino más bien que son totalmente incompletos.
El gran desafío hoy es, de alguna manera, que todos “olvidemos” de algún modo y re-escribamos las expectativas de género. Y es que la cultura no hace a las personas, son las personas las que hacen la cultura y más allá que percibamos que las cosas están cambiando, lo más importante es nuestra actitud, nuestra manera de pensar, de hombres, mujeres y diversidades, de cómo creemos y valoramos los problemas de género, es decir, la conciencia social importa.
Parte de un problema, no superado aún, es que muchos hombres no piensen de manera activa respecto al género o bien, se crea que esto es propio de un sector o que si las cosas han cambiado, con eso es suficiente. Es necesario reflexionar sobre las dinámicas de poder y abrirnos a nuevas formas de liderazgo, las maneras de vincularnos entre mujeres y con los varones y la diversidad en la esfera pública y hasta qué punto ese hombre y la sociedad como un todo está dispuesta a abrirse a los cambios que van más allá de equiparar participación en forma de número. Para que los cambios sucedan, las conquistas deben ser reales y es momento de confiar en nuestra capacidad para hacernos y rehacernos mejor y así poder creer y pensar en un mundo más justo, siendo más fieles a quienes realmente somos.
Massiel Guerra
Encargada de Género, Escuela de Postgrado Facultad de Economía y Negocios, Universidad de Chile